El dátil es un fruto que previene de la palmera datilera, que se suele considerar parte del grupo de las frutas secas, pero lo cierto es que los dátiles maduran y se secan en la propia planta.
Los dátiles más blandos o tiernos son más dulces y contienen una mayor cantidad de azúcar, aunque en general todas las variedades maduras de dátil contienen un 80% de azúcares y por eso son calóricos y aportan mucha energía. Sin embargo a pesar de contener estas altas cantidades de azúcares naturales son un alimento de bajo índice glucémico.
La variedad Medjoul es el único tipo de dátil que puede ser recogido y comido fresco. Provienen de la zona de Jordania, Irán e Iraq. Israel suministra el 50% de los dátiles que se demandan mundialmente.
Tienen una importante cantidad de minerales, vitaminas y fitonutrientes. Contienen hierro, potasio, vitaminas B, A y K, hierro, cobre, magnesio y manganeso.
Son fáciles de digerir y su fibra ayuda a mover los desechos de forma fluida en el colon, por lo que previenen el estreñimiento y ayudan a prevenir la absorción del colesterol malo.
Contribuyen a muchos beneficios para la salud, como proteger contra el daño celular causado por los radicales libres, ayudar a prevenir un derrame cerebral, enfermedad cardíaca coronaria, y el desarrollo de cáncer de colon, próstata, mama, endometrio, pulmón, y páncreas.
Su precio ronda éntrelos 14 y los 18 €/kg y los venden en tiendas naturistas y en algunas fruterías.
Son muy utilizados en cocina cruda porque se utilizan para endulzar en substitución del azúcar.
Yo suelo comer uno cada día como postre para saciar el deseo de comer algo dulce como toque final a mis comidas (ver receta “Capricho dulce de dátil con nuez”).
Son un postre o merienda maravillosa, pero hay que comerlos con moderación, puesto que los altos contenidos de fructosa pueden dañar la salud si se abusa de su consumo.