La fructosa

La fruta engorda?

La frutosa es el azúcar que contienen las frutas, la miel y, en pequeñas cantidades, algunas hortalizas.

A pesar de que tiene un índice glucémico mucho más bajo que la glucosa, algunos estudios reflejan que las ingestas altas de fructosa pueden provocar alteraciones metabólicas. Muchos de estos estudios se han realizado en animales, o son ensayos de sobrealimentación a corto plazo en humanos, con niveles de fructosa mucho mayores de los que se consumen habitualmente y por tanto en condiciones de hiperdosificación, y en estos casos la fructosa se convierte en grasa rápidamente y provoca obesidad, además de aumentar considerablemente los niveles de triglicéridos en sangre. La fructosa es el antígeno de los glóbulos rojos y por eso se debe evitar su consumo en pacientes con cáncer de sangre y/o anemia, y también en los que sufren patologías hepáticas.

Pero en sí misma, la fructosa ingerida sin hiperdosificación y cuando es ingerida en cantidades constanctes según las costumbres alimenticias medias europeas, no es causa de enfermedades metabólicas.

Aún así, debemos tener en cuenta que el mejor momento para tomar las frutas es con el estómago vacío bien por la mañana cuando nos disponemos a desayunar, como tentempié o como entrante de una comida, y no en el postre.

El argumento es sencillo. Los azúcares que abundan en las frutas, junto con el 90% de agua que contienen, más sus vitaminas y minerales, se digieren con rapidez y son los nutrientes que proporcionan energía de manera más inmediata.

Pero hay algunas excepciones: la manzana, la papaya y la piña. La manzana contiene sustancias que favorece la digestión de los almidones. La piña y la papaya contienen papaína, una enzima que facilita la digestión de las proteínas. La piña además contiene bromelia, que es otra enzima digestiva. Por eso es bueno comerlas, por ejemplo, antes de una barbacoa de carne, pues nos facilitará una buena digestión.

Si se ingieren solos, se mantienen escaso tiempo en el estomágo. Pero si se toman después de una comida copiosa rica en carbohidratos complejos y rica en proteínas, no se digieren rápidamente. Hay que tener en cuenta que la digestión de las proteínas es más lenta que la de los carbohidratos complejos y que éstos tardan más en digerirse que los azúcares simples de la fruta. Si el intestino no se halla en situación de hacer frente a ese aumento de carga, se produce una reducida utilización de los principios nutritivos contenidos en los alimentos.

Además, para muchas personas, esto no les supone ningún problema, pero en algunos casos puede puede provocar digestiones lentas y favorecer procesos de fermentación (esto es, de proliferación de una flora bacteriana patógena).